sábado, 20 de febrero de 2010

Analía Pascaner-Catamarca, Argentina/Febrero de 2010


La locura y la mosca

Termino de almorzar, pido permiso para levantarme de la mesa y subo volando a mi cuarto para jugar a lo que más me gusta cuando estoy solita. Yo actúo, soy la mejor actriz y me sé todas las escenas, y la mejor de todas es cuando el príncipe azul me rescata porque estoy en peligro de muerte. ¡Eso sí me gusta mucho! Pero tengo poco tiempo para actuar porque cuando aparecen mis hermanos me da vergüenza, ellos me miran y se ríen de mí.
Mi mamá sube un rato después y va al baño, después se asoma a la puerta para preguntarme si hoy también estoy segura que no dormiré la siesta. Digo que no con la cabeza y le prometo quedarme muy calladita dibujando y pintando.
Nunca supe por qué mi mamá me obligaba a dormir cuando había sol. Antes yo me hacía la dormida pero siempre me descubría porque decía que ella escuchaba todo, hasta el volar de una mosca, cosa que no entendí nunca porque en mi dormitorio no hay moscas.
Mi mamá desaparece y vuelvo a jugar a ser actriz hasta que los actores y el público se van a dormir la siesta y luego me siento a pintar porque también el príncipe azul se fue a dormir.
Frente a mi escritorio hay una silla con cinco maderitas en el asiento, pero dos están sueltas y cuando cenamos, mi mamá reniega con mis hermanos para que claven las maderas porque el ruido la vuelve loca. Eso tampoco lo entiendo bien y me asusta mucho porque yo no quiero que mi mamá se vuelva loca. Debe ser muy feo tener una mamá loca.
Dibujo y pinto muy tranquila y sin molestar y ni siquiera canto un poquito. Me arrimo al escritorio haciendo que la silla se vaya hacia adelante entonces las dos patas traseras quedan en el aire, después apoyo toda la silla en el suelo y las dos maderitas sueltas hacen un ruido gracioso al caer: tzac-tzac. Me arrimo hacia adelante y… tzac-tzac, y otra vez hacia adelante y… tzac-tzac. ¡Eso sí me gusta mucho! Me divierto tanto que me olvido que el ruido y la mosca que nunca vi vuelven loca a mi mamá.
De pronto escucho: “Luuupiii, traeme una maderita…”. Mientras levanto una de las maderas sueltas de la silla, llamo en silencio al príncipe azul para que me salve de esta situación peligrosa. Entro despacito en la habitación de mamá cerrando un poco mis ojos para ver mejor. Ella pide que me acerque a su cama, entonces me pega con la maderita en la cola. Me duele bastante pero aprieto mis labios para no llorar delante de ella y cuando vuelvo a mi habitación lloro mucho por la traición del príncipe azul que no me rescató.
No entiendo por qué mi mamá me pega, no sé si es porque se está volviendo loca o porque tal vez hay una mosca escondida en mi pieza a la cual yo nunca he visto volar.

Invierno 2002

http://convozpropiaenlared.blogspot.com

5 comentarios:

Analía Pascaner dijo...

Mi querida Graciela:
Me sorprendiste con la publicación de este querido cuentito en tu Literarte. Muchísimas gracias!
Aprecio tu gesto generoso, conmigo y con todos los escritores que difundís en tu espacio literario.
Te mando mi abrazo y mi cariño y mis buenos deseos para vos y tu gente, que tengas recompensas en tus tareas cotidianas.
Analía

Anónimo dijo...

Analía: un relato muy bello, cargado de inocencia y una realidad con picardía y respeto. Gracias por compartir algo tan tuyo pero, al mismo tiempo, tan de todos. Un abrazo de Laura Beatriz Chiesa.

Analía Pascaner dijo...

Muchas gracias por tus palabras, querida Laura.
Aprecio tus conceptos y agradezco tu tiempo para leerme.
Saluditos
Analía

Anónimo dijo...

Analía, un relato contado con una dulce ingenuidad, pero triste a la vez, me trae recuerdos de mi infancia.
Muy buen relato
Besitosss Josefina

Analía Pascaner dijo...

Querida Josefina:
Muchas gracias por tu comentario, por detenerte a leer mi cuento.
Y sí... hay un dejo de tristeza. Creo que a muchos de nosotros (o a todos) nos sucedió que en nuestra época de niños no se preguntaba ni se cuestionaba a los padres, verdad?
Gracias.
Mis cariños
Analía