sábado, 20 de febrero de 2010

Juan Carlos Vecchi-Olavarría, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2010


EL CAPRICHOSO SAPATRÁN

Sapatrán, sumo sacerdote y zumo de limón de Sasasa, cayó al piso de las enfermedades, pero rápidamente lo instalaron en una cama inundada de ferviente almidón. De eso se ocupó una fiel feligresa, de nombre Felicia Flora Fenoma, Sor de la Orden de las Efes, quien llevolo a su blanquecino aposento, tapolo con premura y dedicose a cuidarlo con arriesgado ahínco.
-¿Qué desea comer, mi señor epistolar? -preguntole enseguida.
-¿Ese vendría a ser yo? -preguntole enseguida II.
-Iesofcorse... my lord de los ángeles con alas delta.
-Ah, quiero el cuarto trasero de un elefante africano.
Sin respuesta, en primera instancia, pero batiendo sus orejas como hipopótamo hembra para que su mente tome vuelo, Sor Felicia, ensaya una pregunta, a modo de respuesta:
-¿Puede ser hindú el paquidermo?
-Bajo ningún punto de vista o ceguera; africano o no quiero nada, es más, tiene que ser más africano que elefante y más cuarto trasero que trompa, pata o efímera cola.
-Muy bien, mi señor, consultaré con la cocina epistolar y trataré de satisfacer su pedido sacerdotal. ¿Qué tal?
Sor Felicia, con rostro de angel impotente, al rato volvió.
-No hay, mi señor -dijo-. Pero el chef de las almas monaguillas dice que podría conseguirle una fotografía de dicho animalazo.
-Ni modo. No quiero nada entonces, entonces no quiero nada. Nada...
-¿Me está diciendo mi señor que debo desnudarme y tirarme a la pileta de las vírgenes inverosímiles? ¿Eso me ordena, mi señor? De ser así, debería haberme dicho: Nade, Sor Felicia.
-Haga usted lo que quiera, hermana Fenoma , bastante tengo ya con esta murga piquetera retorciendo mis hambrientas tripas. Pero sepa que esto traerá consecuencias, alguna cabeza irresponsable caerá. Como que me llamo Dr. Bormann.
Sin aclararle que ese no era su nombre, girose sobre sus duros y negros tacones, y fuose Sor Felicia hacia el exterior del palacio de Sasasa; desnudose ella y zambullose a la pileta haciendo alarde de una destreza acrobática sin igual (alarde para su hinchada de la ausencia porque la pileta era solamente utilizada para lavar las papas y las batatas): 3 mortales y, antes de tocar la superficie del agua congelada, bombita boliviana y el grito "¡Kindergarten!".
Al rato, volvió Sor Felicia a la recámara del sacerdote, con sus turgencias ya sin urgencias, y preguntole:
-¿Puedo traerle un flan casero, mi señor?
-Quisiera casero un flan, sí, pero eso es postre; antes deseo comer mi elefante africano. ¡Viva África!
¿Y qué me dice, oh señor de la petición absurda, un flan casero de África?
-No. Ahora quiero comer jabalí y les azotaré el lomo si me lo sirven con un mísero canuto. ¡Jabalí sin canuto alguno, yo deseo!
-¿Lo desea con alguna nacionalidad específica o puede ser uno de los que tenemos en el establo de las almas prescindibles?
-Como sea, pero que sea jabalí y os lo deseo en delgado formato de gruesa milanesa, ya los quiero ver... y quiero 3 porque tengo mucha hambre, apresurate mujer de las ansias neutralizadas.
-Me apresuro, mi señor, lo hago a pesar de las 7 enaguas que vosotros me obligais a soportar debajo de mi gruesa vestimenta que todolotapa, pero... ¡de acá, lo logra!
Sor Felicia y cuatro empleados del monasterio (dos jardineros, el cocinero y uno de los choferes de la negra y longa limusina del sacerdote caído), enseguida se dispusieron para atrapar al menú, el cual más enseguida percibió la asesina artimaña de los cinco humanos que, sonriendo y hablando de bueyes perdidos, se le acercaron... ¡a correr, señorita y señores!
Tan gordo como escurridizo y veloz, el jabalí no se entregó sin antes hacerle sudar la cofia y los calzoncillos largos a sus perseguidores. Y no fueron solamente las casi dos horas que demandó su captura... ya amordazado y en el interior de un cajón de pelones, hubo que explicarle por qué iba a ser degollado, luego trozado, luego vuelto a armar y más luego colocado en una bandeja con una pata de pollo en su boca.
-No se ofenda, don jabalí -dijo amargado uno de los jardineros-. Nos quedamos sin manzanas, de hecho usted mismo se comió hasta el único árbol que había.
A pesar de las protestas del jabalí ofendido por la pata de pollo metida en su boca, un bate de softboll contundente y una filosa y relampagueante espada vikinga, dieron por terminado el asunto y regresó Sor Felicia, feliz de cumplidora con bandeja y campana de puro oro, a la recámara del sacerdote, pero encontrose con éste muy muerto.
Sobre su rígido y mortecino pecho, el ya ido Sapatrán, había dejado un papel con algunas palabras. Éstas prometían una venganza por su abandono y hambruna: "Volveré con algunos kilogramos de más y tendré fuerza para matarlos a todos. Dios es el mejor cocinero y no le pone pasas de uvas a los rellenos de empanadas como siempre hacía la gorda obesa voluminosa de Sor Phresa, ella me lo hacía a propósito porque me odiaba. ¿Why me odiaba? Sapatrán, sacerdote que no deja dot..." (los tres puntos suspensivos corresponden al momento en que el caprichoso Sapatrán expira; la palabra completa sería dote, por cuestiones de rima y lógica).

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Why me odiaba? jajajaja
Es la segunda vez que lo leo, y lo disfruté y me reí como la primera vez.
Gracias por tu humor, Juan.
Abrazo
Norma Guerra

Anónimo dijo...

Juan Carlos: original cuento que, por supuesto, saca la sonrisa del lector. Me encantó la Sor de la Orden de las Efes...Te abraza, Laura Beatriz Chiesa.

Analía Pascaner dijo...

Juan Carlos:
Disfruté tu cuento, original y creativo.
Saludos
Analía

Juanca Vecchi dijo...

Queridas Norma, Laura y Analía: muchas gracias por sus buenas palabras hacia esta 'historia' y me enfeliza que se haya divertido.

Las abrazo con más risas.

Anónimo dijo...

Why tan caprichoso Sapatrán?Pobre Sor de las Efes!!!!!Super divertido Juanka. Me encantó.
Viviana

Juanca Vecchi dijo...

Alegrome tu divertida y gracias por contarme, querida Vivi... abrazote y buena semana, chei.