miércoles, 14 de abril de 2010

Dora Perricone-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010


Sincronía

            

Tiembla la hoja y el lápiz se me resbala. No sé qué pasa, si soy yo o es ella. O el destino, que quiere adueñarse con impunidad de mis decisiones, de todo lo que tengo par expresar.
            Esta vez es mi mano la que se rebela, se niega ante mis pensamientos. La emoción pugna por ganarle a la razón. Mientras mi mente me incita a escribir, el sentimiento tiembla sobre esta hoja en blanco que aguarda las palabras reticentes. Entre mis dedos, el lápiz escapa una vez más sin lograr dominarlo.
            Inmersa en esta conspiración de silencio, es cuando hace su entrada Marta, quien arroja las llaves sobre la mesa, causando un estruendo en mis sentidos, devolviéndome  a la realidad. Entonces se acerca y me abraza, como de costumbre. Siento su calor que hoy me confunde ante la culpa de tener que comunicarle mi abandono, ese que no pude plasmar sobre esta hoja aún en blanco. La misma que ella descubre y toma entre sus manos. La mira un largo rato, se aleja unos pasos y escucho que comienza a leer en voz alta. Y sigue leyendo mientras mi mente, en una letanía, va repitiendo al unísono, como en un espejo donde cada palabra vacía transita su propio camino.

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