martes, 20 de julio de 2010

Flavio Crecsenzi-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2010


PRÓLOGO a ser incorporado en próxima reedición ampliada del poemario “Ripio” de Rolando Revagliatti.

Algunas palabras como ripio

"El poeta cara a cara con la luna
fuma su margarita emocionante
bebe su dosis de palabras ajenas
vuela con sus pinceles de rocío
rasca su violincito pederasta"

                    Roque Dalton

       Hace algunos años, tal vez muchos, seguramente demasiados, me fue entregada la primera versión de "Ripio". Ya en aquel entonces percibí una extrañeza al leer el material, extrañeza que se confirma, aclarándose, en esta edición actualizada. La poética de Revagliatti trabaja sobre los intersticios del discurso lírico instaurado, quitándole todo "ripio" que suponga un obstáculo para su devenir casual y transformándose en "ripio" él mismo siguiendo la tradición antipoética. Pero así como el poema se purga de malezas o se vuelve machete para las frondas venideras, hay un claro oficio de denuncia, denuncia al "Gran Ripio" que supone el universo perimido en su gran lastre. La farsa de las convenciones sociales, dentro de la que se encuentra, asimismo, la farsa del mundillo literario o cultural es un tema recurrente que sólo se resuelve mediante una continua, pero abierta reflexión.
       “Ripio” es una obra inacabada que tendrá el sino de perpetuarse en sus posibles modificaciones y agregados, ensanchando su lúdica aspereza cada vez que el autor lo considere necesario. Hay una variante en soporte digital que exhibe su voluntad de acumulación y era la que, hasta el momento, parecía ser definitiva. Pero llegaron nuevos “ripios”, otras denuncias renovadas para equilibrar la obra y el deseo.
       Me concentraré en el material, hasta ahora inédito, para proponer un vector de sentido a la obra. Para empezar, nos encontramos con nuevos textos que hablan de poetas (el escritor es también la suma de escritores que conforman su parnaso personal) o del estado de la poesía en estos tiempos de anomia y banalización generalizada. Víctor Jara, Violeta Parra, Alejandra Pizarnik, Whitman, entre otros, asoman su fantasmagórica impronta para recordarnos su condición de eslabones pertenecientes a una cadena de cimientos y personalidades que, a su vez, aportan un sentido extra al que intentamos desglosar.
        A partir de "Inquiriendo" vemos cómo el discurso se repliega hasta cerrarse en el libelo (nunca le falto humor a este poeta, basta recordar su cualidad performativa que no dudaba en poner en práctica a la hora de leer en público, convirtiendo dicho acto en un sello identificatorio):

                       "El muslo ése
                        allí de una rubia
                        impuesta por el director de la revista
                        ¿lo incita como a mí
                        lo compele al intento aprehensivo
                        de trasladar a la desnuda
                        con muslo y rubiedad
                        a otro poema?"

     
¿Sirve la poesía en el tercer milenio? Se pregunta Revagliatti y nos responde con una resignación que se aventura a conjeturar lo que ya todos, de una u otra forma, hemos sospechado. Pero no conforme con eso, nos da un paródico decálogo del buen poeta que hubiera hecho que el propio Kipling se dedicara, de lleno, a esos otros trabajos más útiles para el imperio que representaba y defendía.
     La reflexión llega a su paroxismo cuando reconoce que un buen poema es ese imposible que hace que la poesía avance pese a sus múltiples pastiches:

                      "El buen poema
                       no es bueno:

                       te asoma
                       al abismo

                       El buen poema
                       -sabemos-
                       no te da
                       del todo
                       lo que él tiene

                       El poema
                       reserva para futuras incursiones
                       su interminabilidad." 

           
El lúdico entramado de "Ripio" es, como dijimos más arriba, una apuesta, apuesta a retomar el estado azaroso del poema ante una realidad que parecería, incluso, negarle su legítima existencia, apuesta también a la memoria. Revagliatti nos advierte de una consustancial debacle espiritual en los límites mismos del lenguaje, del desmoronamiento de todo un ideario que, pese a tamaña coyuntura, sobrevive como puede. Como un Sísifo vernáculo, nos insta a continuar por más que no haya razones de peso para hacerlo:

                       "La poesía anda como la mona:
                       así que, por supuesto:
                       ¡seguid a la mona!"


         Luego de haber leído aquella remota primera edición, el encuentro con estos nuevos trabajos me hicieron pensar en algo que cada tanto me vuelve a la cabeza: uno abandona una obra parcialmente, siempre se la retomará, aunque sea, en otra distinta en apariencia.  

1 comentario:

Anónimo dijo...

La poesía sirve,nos sirve y servirá siempre, avanzando por distintos estilos, como el estilo personal de Revagliati.


Exquisito este prólogo.

Saludos Flavio
Josefina Fidalgo