miércoles, 18 de agosto de 2010

Marcos Polero Vélez-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2010


Contra Dios no se puede

Recuerdo cada momento como si fuera hoy y parece mentira. Tantas cosas pasaron después, tanto se habló. Si yo hubiera sabido…
El año: 1974; El lugar: Mi barrio. Todas las ilusiones puestas en una pelota.
El gobierno había anunciado una reedición de los “Campeonatos Evita”, que tanto esplendor habían tenido en los primeros años del peronismo.
Teníamos el equipo: El gordo “Pié Grande” de arquero, ya que con su corpulencia  y su metro noventa cubría casi todo el arco abierto de pies y brazos cuando achicaba.
Yo era el cuatro, incansable corredor que ponía todo el corazón en cada recupero y todavía me daba el aliento para alguna que otra subida con  centro incluido.
La defensa era muy buena: José  “Paredón” de dos; Julio “El Chiquito” (Que medía mas o menos como Pié Grande) de líbero, mi hermano de tres.
Además teníamos un excelente medio campo, comandado por Carlos “Calesita” Puig, un maestro en la gambeta, y una delantera imparable, con el “Loco” Robles de nueve, que no era habilidoso pero la metía de cualquier forma.
Pasamos la primera ronda en forma impecable: Tres triunfos y un empate, que merecimos ganar.
Llegamos a los octavos de final contra la división inferior de un club; no nos daba miedo, nos comíamos crudo a cualquiera.
En la cancha, ya a punto de comenzar el partido, vi que mi tío, que era nuestro Director Técnico, se puso blanco, se quedó pasmado, y me llamó.
—Ojo con ese negrito— me dijo.
— ¿Cuál?, ¿el diez?
—Si, lo vi haciendo jueguitos en el entretiempo de un partido en La Paternal; ¡Ojo!, es muy, muy bueno.
—No te hagás problemas, por acá no pasa, le voy a dar hacha.
Y se vino el primer tiempo: El Negrito me volvió loco, me quedé con el hacha en la mano cuando me hizo un caño y se fue al gol.
Nos hicieron cinco, cuatro del Negrito. Así naufragaron nuestras aspiraciones de ganar el torneo. Ellos, los “Cebollitas” de Argentino Júnior fueron los campeones.
Cada vez que lo vuelvo a ver, en la cancha o por televisión, me invade ese recuerdo, sin rencor y con cierto orgullo.
Se lo he contado a mis hijos pero sospecho que no creen que jugué contra Diego Armando Maradona, que es como decir que jugué contra Dios.

1 comentario:

abel dijo...

Tus relatos amigos Marcos , despliegan una frescura sorprendente , junto a una realidad que se mescla con lo soñado o lo pretendido soñar.
Al comemzar a leerlo , nos descubrimos que necesitamos seguir la lectura.
Todo es mérito tuyo .Has adquirido el oficio de ser un escritor con realidad y sueños o quizas con sueños y realidad.
Por último podemos decir que tus cuentos son muy nuestros.


Un fuerte abrazo
Abel Espil