martes, 16 de noviembre de 2010

Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2010

ABSTRACCIÓN

    Alcé la vista y ante mí apareció esa casita que tanto llamaba mi atención. El camino era umbroso, la tarde desvanecía. Los últimos toques del sol radiaban serpenteando a mi paso
      Mirándola quedé expectante. Entonces la casa pareció tomar vida. Los postigos cerrados a medias, eran dos ojos vigilantes que seguían mis movimientos. Las tejas rojas del techo descendían como flequillos sobre la frente. La puerta era una boca abierta que me invitaba a pasar.
       Un silencio total rondaba en su interior. Me sentí impregnada de la modorra que invadía el espacio. Pesadamente llegué hasta el dormitorio. Las camas eran una invitación al descanso. Me estaba contagiando la inercia del lugar. Volví a mirar alrededor.
        A un lado, se hallaba un gran armario con sus puertas abiertas de par en par, simulando un gigantesco bostezo en una siesta reparadora.

Allí, sobre el piso, yacía graciosamente  una mullida y acogedora alfombra rosa.
      Donde me acomodé lo mejor que pude, ronroneando feliz.

2 comentarios:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Nélida: el gato está hecho para los lugares confortables y mullidos. Lindo relato,

Anónimo dijo...

Que final sorpresivo Nelly!!!!!

Muy bueno!!

Besosss Jóse