domingo, 20 de febrero de 2011

Rosa Mary Marrone-Buenos Aires, Argentina/febrero de 2011


HOMENAJE A MARGUERITE DURAS


EL ALCOHOL
¡Hay tan poca gente que ame los
paisajes que no existen!...
Saber que continuará el mismo mundo
mañana
-¡Cómo nos desalegra!...
Fernando Pessoa. “Antología Esencial”


Desde que comenzó a beber se convirtió en una alcohólica. En la soledad de la noche, el alcohol la acompaña como un artificio, delineando así un pasado que no logra atraparla. En verdad, los recuerdos vienen eternamente a buscarla, sólo el sopor que le provoca la bebida los vuelve leves, lejanos.
Se ve en los campos anegados de Indochina corriendo junto a sus hermanos, hundiendo las piernas hasta las rodillas, riendo, riendo. La ruina de los cultivos trajo consigo más miseria, pero no fue la turbulencia económica la que decidió su regreso a Francia.
Al comienzo, beber fue placentero; lo disfrutaba en las fiestas y reuniones políticas, en que su palabra parecía enfundarse en una firmeza y convicción admiradas por quienes opinaban “tan joven y tan decidida”. Le toleraban sus excesos gracias a su compromiso político y su brillante escritura.
Hasta que la cirrosis y los vómitos de sangre la convencieron que debía dejar de beber. Así se sucedieron incontables veces en que intentó la abstinencia y desistió de ella.
La droga no logró interesarla nunca, pero el alcohol, whisky, vino, la envolvía en una seducción sutil, limaba sus restricciones modeladas en el tiempo, suavizándola de tanta dureza.
En un momento de su vida dejó de creer en el entorno de quienes se decían comunistas y no lo eran; abrumada por tanta orfandad escribió y militó con fiereza, ella sabe mejor que nadie que la escritura la fortalece en los momentos de soledad.
Tampoco puede negar que –en contra de lo que la gente cree- la bebida la energiza intelectualmente; recorre con fluidez momentos de la resistencia en que la traición acechaba a todos los compañeros, debilitando la barrosa línea que distingue a amigos de enemigos. Recuerda esos momentos de acción y riesgo que no dudaría en volver a transitar a pesar del miedo. Cómo resistir la trágica senda de la memoria sin la beatitud que el alcohol otorga.
Aún hoy se pregunta cómo pudo escribir bebiendo tanto, sin perder la lucidez despiadada que la marca. Ella es tan cruel con su vida…, que necesita pacificar su mirada.
El vacío que nos ha dejado la carencia de un dios –escribió hace pocos meses- nos es difícil soportarlo. El alcohol ha sido hecho para soportar ese vacío. Lo escribió y lo sigue pensando ahora, mientras sostiene una copa en la mano temblorosa.
“¡Estamos tan solos!” piensa. Quizás intuye la cercanía de su final, pero lo construye como una ficción más; ella ha sido siempre buena para las ficciones.

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