lunes, 23 de mayo de 2011

Carlos Caposio-Buenos Aires, Argentina/Mayo de 2011

Fotosíntesis

Crecemos con el abono que creen adecuado,
la cantidad de agua que piensan correcta
y tratan de darnos luz,
paseándonos por los rincones de la casa.

Salimos de la tierra.
Vamos hacia arriba.
Y por alguna razón,
creemos que hay que llegar al cielo.

Al principio tenemos hojas verdes,
firmes y brillantes;
nos acarician y nos hablan.

Cuando transplantan gajos
entendemos que no es eterno
el cuerpo en la maceta.
Y vamos disfrutando la fotosíntesis
pero siempre con miedo a la guadaña.

Es la vida…
a veces nos mea por el perro y
nos hace viajar en mudanzas.
O somos abandonados bajo el sol y la lluvia,  
padeciendo vientos y granizos.

Crecemos con tiempos de calendarios.

Pronto aparecen los retoños,
pequeños ángeles que nos sacan hojas amarillas,
pero trepan fuertes, se nos parecen,
y verlos grandes es una gota de rocío.

Cuando logran altura
pasan a otra maceta
casi sin darnos cuenta,
se independizan.

¿Y si no era el abono adecuado
 y el agua, no era suficiente?

Tenemos pérdidas hasta los tallos,
momentos de tierra seca en que la muerte acecha.

Es fácil bajar los gajos.
Querer ser  colgados de un ventanal.

Pero pasan las hormigas, los pesticidas
y comenzamos a buscar en los recuerdos,
a hurgar en nuestra naturaleza. 

Es difícil llegar.
Siempre que se alcanza el poroto
huele a podrido la formación.

¿Era el abono adecuado
 el agua suficiente?

¿Y sí hay que llegar a la semilla,
al papel secante de germinación,
despojarse de todo y
no creer más en el palito que ataban
para hacernos crecer derechos?

Quizás no es tan bueno que remuevan la tierra
y nos protejan del clima.

Tal vez para llegar a las raíces
haya que dejarse llevar por el viento,
romper la maceta al caer por un balcón,
viajar por aguas de alcantarilla,
llegar al río,
flotar hasta el mar
y encontrar alguna isla
para mezclarse con nuevas especies.

Puede que así nazcan otros retoños
y logren dar el fruto, la flor.

Quizás lejos de las tijeras de podar,
los pimpollos crezcan como enredaderas.

Y disfruten la fotosíntesis, 
sin miedo,
sin terror a la guadaña.

2 comentarios:

Ingrid dijo...

Carlos me gustó mucho esta comparación que has hecho del crecimiento de una planta con nuestro propio crecer y andar por esta vida.
Un abrazo
Ingrid

carlos caposio dijo...

Acertada interpretación. Un beso.