jueves, 11 de agosto de 2011

Alejandra Madormo-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2011, soporte papel

Las    naves



 Me asusta el vacío
en el que a veces
me  secuestro.

Congeladas las palabras
los pies se pierden a la  altura de los pies,
y la piel , amarilla,
 cae a montones sobre el pasto
si no riego cicatrices.

La vida no tiene  mariposas de colores,
ni árboles de diana,
ni centauros a la hora de la siesta.

La vida, a veces,
 acaricia con sus mieles,
su música de Chelo,
su idiotez de esperma derrochado,
su vientre de niños cantores.

Tiene  oscuras pasiones, la vida.

Melodías canturreadas a solas,
insomnios como lluvias en torrente,
muertes ajenas, o cercanas,
muertes amigas,
muertes cotidianas.

También tiene hijos la vida.

Esos que llegan un día
y se instalan en tu casa - corazón,
esos que anuncian  un adiós pasajero,
y te regalan una manta
para que no enfríes tus pies,
mientras esperas, en tu sillón ,
la bienvenida.




Nunca aprendí la oración
que reza la tarde.
Pero tejí laberintos
sin espera de hilos, ni Ariadna.
Y también sembré algunas flores,
para acompañar el sendero de tu huida.

No sé bien
 si un destino es la mitad,
o partir, 
siempre
una palabra verdadera.

Me empolvo la nariz,
dejo un hueco en la almohada,
y me voy.
Salgo de mí.

Algún día,
Ella volverá.


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