lunes, 19 de diciembre de 2011

Roberto Romeo Di Vita-Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2011

X  TENGAS UN BUEN DÍA

          X tengas un buen día. Se lo escribió así esa mañana, con X y luego se lo repitió en el celular.
          - No es un buen día, carajo! Y menos este día.
Caminó por la peatonal, desembocó en la estación de tren y a la hora estuvo en el centro.
          Se vistió despacio, apuró un mate cosido y a la media hora estaba en el aula tomando clases.
Entró en el edificio, saludó a su superior y a los cinco minutos comenzó a atender los compromisos pendientes.
           Puso algunas notas, desarrolló el tema de la clase y en la hora del almuerzo, comió una pata de pollo con ensalada.
A las dos horas lo llamó su superior, llevó las carpetas pedidas y se hizo firmar la aprobación para los reconocimientos otorgados.
           A la hora ya estaba en otro establecimiento, fue interrumpida por el rector mientras daba su clase; al  rato se reunieron sin la aprobación del secretario académico, para realizar la asamblea.

Le fue bien con los legajos que presentó y logró el reconocimiento de los de arriba.
          Salió mal la asamblea del colegio, quedaron en dejar la resolución para el otro turno, la votación empantanada no se alteró en ningún momento. El secretario académico la miró con cara de socarrón o perdonavidas, pero se cuidó de pronunciar palabra. Lo puteó por dentro.

Repasó todas las carpetas y llamó a algunos para darle las buenas noticias.
         Pasó por el cajero automático a retirar parte de su sueldo y no lo habían depositado todavía.
Uno de los favorecidos que figuraba en los primeros lugares, resultó ser una personalidad; conversó detenidamente con él y este le prometió un ejemplar de su último trabajo.
          Tomó un remís para llegar a tiempo a dar las clases que le faltaban o que debía, del turno intermedio, el coche tardó más de la cuenta, había mucho tránsito. _ “Que quiere señora, es por la exposición. ¿Vió? Está lleno de gente, hace días que se llena de negros que no tienen nada que hacer y  vienen más de una vez; si es eso de la ciencia que inventó el gobierno, desde que empezó, vienen y vienen y además los chicos de las escuelas, con esos micros” .
             .- Es la exposición de técnica y ciencia, doscientos años de historia del país- le contestó ella, ya molesta por el peyorativo de negros. “Si este gobierno ya no sabe que inventar para atraer a los negros”. Contestó una vez más el remisero.
-         ¿Usted es rubio de ojos celestes? – “No, señora, digo así, por eso de los que no hacen nada y se aprovechan de los que pagan impuestos”.
-         Y su usted sabía que había mucho tránsito. ¿Por qué no tomó por otro lado? ¿No se da cuenta del tiempo que estamos perdiendo?  “Bueno, señora, no se enoje, me olvidé, es la costumbre. ¿Sabe?
-         -Si, la costumbre de insultar a la gente!, Está bien, déjeme en este lugar, me queda poco, me voy caminando. Pagó el viaje y se bajó del coche con mucha bronca.

Estaba contento con la charla del favorecido y lo amable del intelectual ese.

                 Caminó dos cuadras hasta llegar al nuevo establecimiento, para dar las clases que le faltaban; pisó una baldosa floja y se salpicó las medias. Quiso tomar un café de paso antes de entrar al aula y se le volcó, después de tanto apuro, los alumnos no estaban, se habían retirado antes, la preceptora les había informado mal, supuso  que la profe no iba a llegar. Se marchó sin poder dar esas clases y por no tener monedas para el colectivo, regresó de a pié hasta su casa desde la estación de tren; tomó mucho frío y le dolía garganta, al rato, repasó el mensaje con calma.
“X tengas un buen día”. Abrió su celular y se volvió a encontrar con el mismo mensaje. “X tengas un buen día”, con equis, escrito por él. “X tengas un buen día”.- ¡Un reverendo Carajo!.

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