martes, 21 de febrero de 2012

Beatriz Minichillo-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2012


VERANO

Se extiende
como una mancha
oblicua
en el mediodía
que arde
como un amante
impetuoso,
derrama
su insomnio
de grandes ojos blancos
sobre el viejo del parque
que otra vez
tendrá que afrontar
una mala noche.
Alguien impunemente
roba a otro alguien
y la hora
se desliza
puntual
por el tobogán
que la cobija.
Hay un lento moverse
en un sopor
que envuelve,
perdida la conciencia
del estar y del ser,
racimo
que cuelga
de la tarde,
fruto caído
que nadie apetece.
Isla desierta
de su propio abismo,
redención y castigo.
Un pez
salta fuera del agua
y el mundo se paraliza.
Luego retornan
los ruidos,
las pasiones,
lo abyecto.
Lejos o cerca
hay un paréntesis,
un resuello,
un esbozo de paz
que nadie ve
y todo prosigue
con la anticipada
monotonía
de un milagro
sin ocurrir,
pequeño sueño
que palpita
entre las manos
y que tal vez
algún día
alguien recogerá
como un pájaro
perdido.

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