domingo, 24 de junio de 2012

Sol Baral-Mendoza, Argentina/Junio de 2012


La biblioteca


En la casa de mi infancia, en Barracas, la biblioteca era gigante, más allá de la exagerada dimensión que tienen las cosas ante los ojos de una niña, ahora mismo, estoy segura que mis padres coincidirían con mi recuerdo.
Era una biblioteca fuerte, maciza, imponente, de roble. Ocupaba una pared entera en la habitación de mis viejos.
Ahora, con un dejo de sabiduría china del Feng shui, aportado por mi hermana mayor, creo que no era una mera casualidad que se situara en ese espacio físico de la casa…
Curiosamente el conflicto pos- separación sobre quién se quedaría con la biblioteca, merecería un capítulo aparte.
Volviendo a la imagen tomada por la pueril concepción del mundo propia de mis seis o siete años, ir a buscar un libro a aquella biblioteca era ir a dar un paseo por los estantes dedicados a filósofos contemporáneos como Foucault o Nietzsche y terminar agachada entre tomos gordos de la mitología griega, o en puntitas de pie para llegar a Paulo Freire, o Jean Piaget, autor que le fue prohibido citar a mi mamá cuando daba clases en el magisterio de la Escuela Normal de San Rafael, allá por los oscuros tiempos de la última dictadura militar.
Muchos  nombres para mi corta edad, poca memoria para mi tardía juventud…
Al final, no sè qué fue de aquella biblioteca, unos años después de que mi viejo se fuera, no la vi más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los libros siguen sanitos y muy leídos los propios y los que se fueron sumando. Algunos los llevo encima. No recuerdo pelea alguna por esos libros. Teníamos temáticas distintas con tu madre. No obstante ello, la mitología griega te gustaba y leíste bastante de filosofía, algunos de ellos, sin date cuenta, lo llevás encima también. Pocho