martes, 1 de enero de 2013

Marta Susana Díaz-Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2012

UN PEQUEÑO APELLIDADO…


¡Otra vez la misma historia! ¡No mijito! Usted hoy se queda después de hora…
¿Y yo que hice seño? -  preguntó el castigado.
Tiró un papel al suelo. ¿Se cree que no lo vi? ¡Ahí está! Mire. ¡Levántelo! Hoy sale diez minutos después que sus compañeros.
Ajuriagojeascoa era mi alumno preferido para nombrar, retar, hacerle preguntas, pedirle que borrara el pizarrón.
Además de estar primero en la lista era el que más quilombos hacía.
Así que ya sabe, Ajuriagojeascoa… Diez minutos después. ¡Y mirando a la pared, Ajuriagojeascoa!
Me encantaba decirlo, repetirlo… me atragantaba con la jota, la ge, otra vez con la jota y los diptongos que las seguían…
¡Pobrecito el vasquito! Si se hubiera apellidado Bo, Roa, Sá, se hubiera salvado de mis  reprimendas. ¡Pero con ese apellido!
Ahora ya estoy jubilada. Vivo de los recuerdos.
Hubo veces en que los apellidos eran débiles, como faltos de vitaminas, anémicos, descoloridos, ingrávidos, como ser: Díaz, García, Pérez…
Con la llegada de la inmigración asiática la cosa se empezó a complicar.
Llegaron unos cuantos chinitos, vietnamitas, coreanos.
Me guiaba por los apellidos. Los nombres, a pesar de ser muy memoriosa jamás los pude asociar.
Todos me sonaban como si golpeara  con una cuchara en una cacerola.
Salvo un año…
Recuerdo un vietnamita apellidado: Puh.
En la misma clase se anotó el coreanito: Toh.
Jamás los hice pasar al frente juntos. Para colmo de males, ¡estaban uno tras otro en el listado! Cuando pasaba lista las carcajadas se escuchaban desde la calle…Así que decidí anteponer el nombre a los apellidos. Resultó: Shang Pu y Thon Tho. Quedó pasable.
Pero siempre me quedó ese gusto por pronunciar  los apellidos rimbombantes.
Cuando faltaban dos meses para jubilarme, llegó otro pequeño de apellido dificilísimo. Pero…¡ya no me sentía con las fuerzas de antes!
Adelanté los dos meses y decidí retirarme.
En ese tiempo, estrenaba una hermosa dentadura postiza, resplandeciente, pareja. Y se me movía cuando hablaba. A veces sonaba como castañuelas. ¡No la podía mantener quieta!  Tuve miedo que esos dientes blancos y perfectos se me engancharan con la lengua al pronunciar: Lazarragaguebarraza.


3 comentarios:

Abel espil dijo...

Excelente y de una temática original.
Felicitaciones amiga.

Maribel DT dijo...

Si yo tuviese alumnos con esos apellidos me daría un pasmo., a la velocidad que vamos...Muy bueno, Marta

Anónimo dijo...

esa es mi piba
yo