domingo, 23 de junio de 2013

Norma Froy-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2013

El viejo mendigo y su perro


Camina el viejo mendigo
en el  invierno muy frío
sin siquiera un abrigo.
Sus pies descalzos,
callosos y heridos,
su  barba blanca
cubre su rostro curtido.
Sus ojos vidriosos,  sin vida,
llevan una mirada perdida.
Sus ropas harapientas
huelen a rancio,
y con notable cansancio
continúa  andando…
siempre en compañía
de su fiel y noble amigo
que lo mira con devoción,
su perro flaco y sarnoso,
sucio y achacoso,
pero siempre con
su amo muy cariñoso,
única pertenencia
de este ser olvidado.
Así caminan lentamente
con andar cansado
en la gran ciudad
entre ruidos de bocinas,
voces y toda actividad.
No tienen domicilio,
ni siquiera un  utensilio.
nadie los espera.
Recorren parques,
ferias y avenidas,
puertas de iglesias,
bares y restaurantes,
búsqueda agotante
de un alma piadosa
o algo generosa.
Pocas veces la caridad
les es propicia,
grande es la avaricia…
Ya de tardecita buscan
un umbral, una guarida,
donde tengan cabida
para pasar la noche
y resguardarse del frío,
tirarse sobre cartones
en  el lugar  sombrío.
Mustios y cansados
continúan sus vidas
estos seres marginados…
Así pasan los años
y juntos recorren
muchos caminos.
¡Ni pensar!
cuando a uno de ellos
les  toque partir.
¿Qué será del que queda?
Acaso quedará como
un espectro triste
esperando la partida,
dejando para siempre
esta triste vida…

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