martes, 23 de julio de 2013

Raúl Barrozo-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2013

Atracción


      El ruido de la catarata es ensordecedor.
El torrente desplomado cae inmemorial desde las alturas. Quique no puede con esa tremenda emoción. Cierra los ojos y vuelve a abrirlos. Es ahí que lo ve, confusamente, entre la niebla que levanta la caída impetuosa del agua. Es como un gato grande, de ojos fijos. Un suave terror lo atrae. Alarga la mano  entre la espuma burbujeante y acaricia el lomo tibio del animal.
       Ya en la habitación, cuando de lo cuenta, Clara se ríe. Entrelazados, hablan de los verdes intensos de la selva, de la niñez con lecturas de Salgari y también de esa explicación del guía: ¨Los yaguaretés son felinos medianos que necesitan espacio para correr. Y mucho alimento, que aquí , no consiguen fácilmente. Dicen que en la selva misionera puede haber no más de quince yaguaretés¨. Finalmente se quedan dormidos en la alfombra, junto a los cansados zapatos y a las medias transpiradas.
        Se despierta tarde. Llegan justo para el último turno de la cena. Hojean la carta de vinos. Ese sauvignon tan bueno de ayer. Lo pedirán de nuevo. Cuando encargan la comida, se acuerdan del video. Y de que mañana será tarde. Quique decide ir de una escapada. Está seguro de que en la filmación lo vería, lo confirmaría. Cruza el playón de estacionamiento hasta el centro comercial. Sólo las balizas de un auto que su dueño se olvidó de apagar interrumpen la noche confundida con la selva circundante. Llega. Todo está oscuro. Aprieta inútilmente el picaporte. Cuando desanda sus pasos calcula las sombras. Comienza a dar grandes trancos. Luego corre. Los ruidos de la selva le golpean los oídos. Le ganan la piel. No puede con ellos. Y es el mismo terror suave que lo atrae. Y corre. Y las plantas le desgarran la ropa. Y la savia pegajosa que le moja el rostro. Y esos ojos fijos. Y esa dulce garra cerrándose en su cuello.

1 comentario:

Anónimo dijo...

QUE ATRACCIÓN FATAL RAÚL !!!!!


MUY BUENO TU CUENTO !!!


bESO jÓSE