domingo, 15 de diciembre de 2013

Agustín Alfonso Rojas-Chile/Diciembre de 2013



UNA PÁGINA DE MI DIARIO DE VIDA


¿Nace el hombre para sufrir? ¿Maneja el destino su vida? ¿Puede el hombre cambiar su sino? ¡Eh ahí! Tres incógnitas del homo sapiens.
Querido diario: Una vez más deposito mi corazón en tus blancas páginas. Sé que guardarás mis sentimientos de hombre ya maduro que sufre por un amor imposible. Eres silencioso, recatado, leal, confío en ti…
Es una tarde de mayo, tenues rayos de sol profanan el cúmulo de blancas nubes galopantes en el  cielo viñamarino, impulsadas por el viento del norte.
Subo el cuello de mi gabán para proteger mis orejas. De pronto la veo. Es ella la que he soñado tantos años: hermosa, de finas líneas. Salta de gozo mi corazón, mis manos tiemblan, se humedecen, las pupilas se dilatan, el mundo se detiene…
Desde entonces sólo vivo para ella. La amo cada vez más. La deseo, quiero apretarla entre mis piernas, poseerla, poseerla. ¡Viajar!, viajar mucho, descubrir otras civilizaciones, otras costumbres, otros países…, con ella…
            Pero la vida es imposible; soy casado, tengo hijos. Amo a mi mujer. Sin embargo, ella penetra en mi vida cada vez más. Me imagino que voy por la ciudad de Londres en los instantes que una espesa niebla mana del Támesis y se arrastra por sus calles donde las personas parecen fantasmas recortados. Por las noches, durmiendo junto a mi esposa lloro en silencio mojando la almohada. Un día me dijo: -Alfonso, sentí que anoche sollozabas, debí cambiar la almohada, estaba humedecida. - Fue una pesadilla, soñé que morías. La soledad comprimía mi pecho, por eso lloraba. Mentí sin compasión. Es ella, que se adueña de mi vida, me persigue en el sueño, en la vigilia, en el trabajo, donde quiera que vaya…
¿Qué puedo hacer, amigo mío, para estar con ella y saciar este deseo que me consume?
Con Alicia, mi esposa, poseemos un departamento que rentamos. Ese ingreso aumenta el sueldo de jubilado permitiéndonos solventar los gastos dejando un pequeño remanente. He decidido venderlo, quiero irme definitivamente con ella, vivir con ella, ser parte de ella. Este amor, esta atracción es tan fuerte, que creo morir si no me pertenece.
Se lo planteo a mi mujer.
-¡Estás loco! Enamorado a los 73 años ¿no te da vergüenza? ¿Qué dirán tus hijos, tus nietos, tus amigos? - ¡Me importa un rábano! - Respondí. Me encerré en mi pieza como niño mal criado. A las dos horas Alicia golpea la puerta: -Alfonso, abre, quiero hablar contigo…- se sentó a mi lado. - Mira, tenemos 50 años de matrimonio. He perdonado otras fechorías que has cometido pero, ésta se pasa de la raya. Hablé con los hijos, manifiestan que eres un torpe, que ella te va a matar pero...! Te dejaremos con tu capricho! Esta bien, sabes que te amo, vende el departamento, vete con ella, recorre el mundo como dices, sé feliz… - salió del dormitorio.
Tomé la escritura de la propiedad, llegué a la notaria, el notario es mi amigo, le ofrecí el departamento, aceptó. - Vuelve mañana, tendré la documentación redactada. Podrás cobrar el cheque pasado mañana…- Fui donde ella: - Querida, todo resuelto. Saldremos de viaje el próximo sábado. Volví a mi casa, arreglé la maleta, dejé todo listo para abandonar el hogar.
Dispuesto a firmar la compraventa llegué puntual a la notaría. Tomé el lápiz para firmar pero, una extraña fuerza detuvo mi mano. A mi memoria volvieron las palabras de Alicia: “50 años de matrimonio, te he perdonado otras fechorías, pero te amo. Ve, sé feliz…”. Reflexioné un instante. ¿Puedo fallarle así a esta mujer, a la madre de mis hijos? Dejé el lápiz sobre los documentos, y salí. Ya en la calle me dije: Sencillamente ¡no compro esta motocicleta! 

(Eco Taller Literario)

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