sábado, 22 de marzo de 2014

Trinidad Aparicio-España/Marzo de 2014

Mis maestros

Muchas veces he pensado y  tal como  el tiempo va transcurriendo, sigo pensando, en qué la relación que tuve con mis maestros y maestras durante mi corto y desigual período escolar, fue más bien pasajera; siento que no me dejaron ese profundo pozo de afecto y cariño con el que muchas personas recuerdan a quienes fueron sus maestros. Perdón, debo rectificar. Olvidaba decir qué sí, tuve un maestro particular  especial y compinche. Mi primer maestro no fue otro que mi  querido tío Daniel.
 Puedo decir  con toda seguridad que mi vida escolar tuvo sus altibajos, transcurrió en tres etapas: la primera en Barcelona,  la segunda fue en el  pueblo de Chella (Valencia) donde nos refugiamos durante aquellos años difíciles de la guerra civil española y por último, a partir del año 1942 ya de regreso a nuestra Ciudad Condal, terminé mi tercera etapa escolar, en una academia nocturna.
Corría el año 1935, ya contaba yo con siete  años de edad sin haber asistido todavía a la escuela por tener a mi cargo el cuidado de mi pequeño hermano. En la calle Navas de Tolosa, cerca de dónde vivíamos: (Joan de Peguera 93) funcionaba una pequeña escuela dirigida y atendida por dos hermanas solteras: Juanita y Rosita. Mis padres, que deberían sentirse incómodos y culposos, decidieron ir a conversar con las hermanas maestras. Con la señorita Juanita, acordaron que pagando un plus extra, aceptarían también a  mi hermano. Así fue  como pude asistir por primera vez a la escuela siempre con mi pequeño  hermano a remolque. La “señorita” Juanita, fue pues mi primera maestra.  Eran tiempos de “palotes” y labores, el ganchillo era el fuerte y yo demostré tener gran habilidad.
En el año 1937 ya desplazada a Chella,  Doña Nieves fue mi segunda maestra. Vivía en la Plaza de la Iglesia y daba clases en su casa particular. Mi compañera  era Concha la García. Era ella quien disponía del libro que se usaba en clase. Mis abuelos no disponían de medios para comprar  un libro para mí, pero con la tía Concha, que le debía varios favores a mi abuela acordaron que el libro lo compartiríamos entre su hija y yo. “Verdad es que del dicho al hecho hay un buen trecho.” Más de una vez lloré, yo no llegaba a comprender entonces el porqué de su reticencia en prestarme su libro. Pero con o sin libro, por saber leer mejor que las demás alumnas, gané de premio un gato negro de cartón. Mi abuela le dio tanto valor a ese gato de cartón, fue  como si yo, hubiese ganado un importante trofeo. ¡Cuánto me quisiste abuela!
Y Doña Nieves cerró su escuela muy posible por qué  nadie podía ya, pagar la insignificante cuota  escolar.
            Huyendo  de los disturbios,  lograron llegar al pueblo  dos monjas las qué para poder subsistir y ayudar a su anciana madre, decidieron ejercer su profesión. Eran excelentes maestras.  A la falta de dinero intercambiaron su saber por víveres y animales de corral.  Fue muy provechoso el poco tiempo que fui su alumna. Tenían un modo de ser admirable.
Llegado el año 1942 ya de regreso a Barcelona, asistimos a la escuela del Ayuntamiento: “El Fomento Martinense”. A mi hermano que ya era mayorcito y muy despierto, le iba mejor que a mí, yo lloraba, me sentía humillada al ver qué niñas de menor edad me superaban en toda materia salvo en catequesis. Agradecí a mi abuela cuánta Historia Sagrada me enseñó; gracias a ella, gané una imagen de Santa Teresita, aunque debo de reconocer que tuvo corta vida: sucumbió en una enaltecida batalla de almohadones.
En la escuela, la maestra, al  percatarse de mis dificultades,   cito a mis padres y les dio a entender que, como yo ya era mayor y no encajaba con alumnos de menor edad. Su acertado consejo fue que me cambiaran a una academia nocturna. Poco duró mi asistencia en la Academia Balmes, pero el director, hombre muy paternal,  logró el que  me sintiera bien conmigo misma.
  Trabajar en una fábrica textil, fue mi próximo destino..
Ahora, cuándo me preguntan en qué Instituto estudié, medito un momento y respondo: Aprendí de la vida.

3 comentarios:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Trinidad, muy bueno, cmo siempre. Te abraza,

Anónimo dijo...

Trinidad has escrito un muy bello relato. Ademas nos cuentas de tan distintos personajes ,los cuales han colaborado para que tengas ese conocimiento de la vida. Me encantó.
Abel Espil

Anónimo dijo...

TRINI COMO SIEMPRE HERMOSO Y CÁLIDO TU RELATO, CON CIERTO SABOR MELANCÓLICO. ME ENCANTA

bESO jOSEFINA