jueves, 24 de julio de 2014

Luis Tulio Siburu-Argentina-Literarte soporte papel/Julio de 2014




LA MUDANZA

Dedicado a mis primos Marisa y Giovanni , que me regalaron en Pascuas  un libro de poesías publicado en 1979,encontrado en la biblioteca de mi tío Luis Cámpora, y que dio origen a este relato
El camión de la mudanza partió y con él se fueron los últimos afectos que tuvieron los poemas de ese libro durante su estadía de treinta y cinco años en la antigua casona de Coronel Brandsen, Villa Eunice, un oasis de paz entre el vértigo de la gran metrópoli porteña, encerrada entre cemento, y la soledad del campo bonaerense, abierta hacia las nubes.
Allá se iban hacia su nuevo piso de la Avenida Santa Fe – para que los adolescentes estuvieran cerca del inminente estudio universitario - el veterinario Juan, que alguna vez leyó “A un domador de caballos” de Marechal; la antropóloga Nélida, que disfrutó de “Colla muerto en el ingenio” de Raúl Galán; la bachiller Mariana, que pasó alguna siesta junto a “Elena Bellamuerte” de Macedonio; el perito mercantil Esteban – que al conocer su nuevo destino domiciliario – trató de asimilar rápidamente el orgullo de la “Trova” de Guido Spano.
Los lógicos desórdenes del traslado de cajas y canastos  trajeron sus consecuencias. Sobre el piso de ladrillos de la galería más que centenaria, cayeron  libros que alguna vez fueron vecinos queridos de la mesita de luz,  leña de palabras junto al fuego en las tardes de invierno  y emoción en papel amarillento para los ya fallecidos antecesores.
La reciente lluvia hizo que se empaparan y entonces los Bevilacqua, apurados por el vozarrón del chofér que les avisaba que el gremio camionero no lo dejaba trabajar mas allá de las seis de la tarde, al verlos humedecidos y previendo un rápido deterioro, optaron por dejarlos allí.
Pero los poemas no fueron los únicos abandonados. Junto a ellos quedó, colgando del cercano acacio con un  gancho comido por la herrumbre, una jaulita vacía que debe haber sido verde brillante, ahora era mate y pronto nada. Eso sí, tenía una ventaja, conservaba una cobertura de paja simil rancho, que un comprensivo amigo del canario, en algún momento que el sol caldeaba la arboleda, colocó con buen criterio.
Para cuando los Bevilacqua ya habían pasado San Vicente y se acercaban a Canning, un libro, el que en mejor estado había quedado pues los otros ya estaban boqueando, erguido, miró hacia dentro suyo, a los poemas que eran sus arterias, sangre y latidos, les hizo un guiño y dijo:
 - Dentro de la jaulita estaremos bien, vayamos subiendo, poema a poema, antes que caiga otro chaparrón. Olviden el pasado acogedor de la biblioteca de madera labrada. Hoy comienza otra vida…
-Un momento amigos, aún con el cuerpo muerto, mantengo el derecho de admisiónse escuchó desde la jaulita. Era el alma del canario Twittie, recientemente enterrado tras el crataegus por la familia brandseña, que ante la ausencia del ser que la contenía, había demorado su ascenso al cielo, mientras cuidaba la vacía residencia enrejada.
-¿ Y cuáles son tus pretensiones?...preguntó La Poesía Argentina, tal era el nombre del libro que había sobrevivido.
-Aquí hay lugar para todos tus poemas. Pero Twittie era un romántico y le hubiera gustado que cada uno de ellos ingresara presentándose con  trozos de versos cuyos autores yo iré identificando - entre paréntesis, con negrita - como si jugáramos al Trivial. Así que…andando…hasta que defina quien – como premio - pondrá nombre a la jaulita.
“Vinieron de Italia, tenían veinte años, con un bagayito por toda fortuna…”      ( de la Púa, grita el alma)…”Padre: aquí me tienes, triste, pensando todavía en lo raro que fuiste…” (Pedrini)…”Para siempre cerraste alguna puerta y hay un espejo que te aguarda en vano…” (Borges)…”…que la vida me presente de golpe la baraja…” (Nalé Roxlo)…”…por hacer noche solo entre amantes fogatas, desinhalar lo hueco y encontrarme inhallable…”…
-¡¡¡Ese, ese es un verso de “Por vocación de dado”, poema del poeta premiado que le pondrá su  nombre a la jaulita ¡¡¡…¿ la causa ?, porque quien lo escribió nació en  el mismo año que “Villa Eunice”, en 1891…
-No me digas…¿ y cómo se llama ?
-Oliverio Girondo…siempre Twittie escuchaba recitar sus versos por algún Bevilacqua, desde la jaulita,  nunca lo dejaron viajar en tranvía…ahora será el padrino de ella…y bajo su nombre viviremos – alma y poemas - todos en un solo ambiente,  vista al parque…esperemos por poco tiempo, ya que el 22 de mayo le pediremos a Santa Rita de Casia, Patrona de Brandsen y abogada de los casos desesperados e imposibles, que nos consiga una bibilioteca para que vos y tus poemas se alojen y un nuevo ocupante para la jaulita Oliverio Girondo. Luego, yo me iré tranquila con Twittie. Mañana – como cada amanecer – los gallos del Barrio El Matadero le dirán los buenos días a Villa Eunice. 


                                    Ardiendo

se fue quemando de a poco

en el tamaño de su mentira
en la demora de su entrega
en la hipocresía de sus actos
en el fingir de sus sentimientos
en la cobardía de su silencio
en el escape de su pasado
en el escondite de su existencia
en el callar a lo que le piden
en la indiferencia a visiones
diferentes de la propia


vaya a saber
quien arrojó el fósforo
quien arrimó  madera blanda
quien apantalló la pira

no es una fogata común
pero ardía como el infierno

tuvo la oportunidad de evitarla
pero no pudo o no supo
o no quiso

ahora es tarde

esa soberbia sostenida
eso de querer ser lo que no es
convirtió una imagen en ceniza
y en una tragedia su historia



Caminando la tarde

Salen ellos a caminar la tarde suburbana y tropiezan con baldosa abúlica. Abúlica y gris. Sucesión de casas sin latidos donde falta algo así como gritos destemplados, lloro de cambio de pañales, pelotazos contra la pared. Abulia, gris, lugares sin dueño. Volantes de comida a domicilio flotan en remolino, y quien los debería estar juntando con la escoba, corta olas a cuatrocientos kilómetros; el colectivo transita sin frenadas y con asientos vacíos; veredas sin gente, árboles sin perros, chimeneas sin humo, persianas bajas; un sacerdote celebra misa, con más palabras en el Ave María, que feligreses en los bancos; las medialunas calientes, se acumulan tras una panadera tiesa, disfrazada de aldeana. Abulia, gris, lugares sin dueño, y un murmullo que se escucha. Sólo el viento, en un desierto carente de beduinos y camellos. Lo contrario a la bulliciosa charla de los cinco jubilados,  esperando ayer que el peluquero emprolije la melena del jovencito. El murmullo se introduce en la avenida, confiando que allí habrá más oídos para identificarlo, pero se equivoca. Abulia, gris, lugares sin dueño, murmullo que se escucha, y - como si fuera poco - la mente desocupada. Imán perfecto para que se adhieran a ella cuatro recuerdos, tres historias, dos olvidos. Y entonces - los que osaron salir a caminar la tarde - se desplazan con abulia, meditan en gris, se adueñan de ausencias, escuchan el pasado, ocupan de nostalgia los pensamientos y deciden retornar a casa.  Convencidos que el negro trae más descanso, vitalidad y motivación que el rojo. Dejarán la caminata para un día laborable. Seguramente, será mejor que éste despoblado feriado de Martínez.


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