martes, 25 de noviembre de 2014

Cristina Brito Altamira-Argentina/Noviembre de 2014

Primavera

Me asaltó de pronto
y su hermosura me venció
como la llama vence
en la habitación oscura.
Su calma me invadió
y me hice una con ella.
Me sentí niña, como renaciendo
pero esta vez
más niña que nunca,
como si corriera a su encuentro
escapando de los segundos
que me perseguían, raudos, alegres,
ellos niños también,
queriendo llegar primero
¡y qué felices fuimos todos,
en ese instante puro, tan intenso!
Las risas infantiles
eran mi risa y mi alma, todas una
sin que hiciera falta oírlas,
ahí estaban, manantial fresco
saliendo de dentro, de muy dentro,
a pesar del completo silencio.
Pero yo sabía
sí, sabía que un elfo sin nombre
estaba ahí porque sí,
-era él quien reía-
sin haberlo llamado
sin siquiera esperarlo.
Yo ya no era un rostro
ni una voz, ni un cuerpo,
el elfo y yo fuimos uno
en esos minutos de cielo,
yo en el agua, en la sombra dulce,
en el encanto,
en la dicha completa.
Ese torrente de malva
que casi, de tanta fuerza
me salpicaba los ojos
desde las copas abiertas
tendidas como tules
sobre el verdor sereno.
Agradecí a los sentidos
tanta belleza,
nacer y morir
era un mismo instante
y no pude resistirme:
mi vida fue completa
en ese momento infinito.

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