miércoles, 20 de mayo de 2015

Agustín Alfonso Rojas-Chile/Mayo de 2015



SIN RETORNO

El hombre sale del hotel, directo a tenderse en la arena. La atmósfera es límpida, luminosa como un día después de la tormenta. Las olas lamen suavemente las blancas arenas contrastando con el infernal ruido que producen cuando el viento del este azota los roqueríos.
En esta quietud, recibe los suaves rayos de sol de agosto. Echa su cabeza atrás, apoya ambas manos sobre la arena formando un trípode que sujeta  su cuerpo. Cierra los ojos, el sol incide sobre su rostro. ¡Que agradable sensación! Los dedos de sus manos juguetean con la arena que se escurre entre ellos, introduciéndolos cada vez más profundo hasta tocar un objeto sólido. Una piedra - piensa – pero no, al sacarlo a la superficie se percata que es una concha de “loco”. Vacía la arena. En su interior una pequeña banderita chilena pintada y una inscripción: “Bar Hamburg Valpso. Chile 1982”. Entre la arena caen también dos colillas de cigarrillos a medio consumir, las mira con atención, bajo la boquilla de corcho aún se puede leer “Belmont”. Una de ellas conserva manchas de lápiz labial.
Este descubrimiento lo deja atónito, ¿Cómo ha llegado hasta aquí, a esta playa de Marbella, Málaga, España, a orillas del mar Mediterráneo esta concha de “loco”? Recuerda que es un  gasterópodo endémico de las costas de Chile, muy apetecido por su carne firme y sabrosa. En su casa en el cerro barón de Valparaíso, no sólo se emplea como cenicero sino además, engalanan el jardín pegándolos a la roca saliente del cerro.
Recuerda perfectamente la ornamentación interior del “Hamburg”, estuvo allí con Mariana, novia que dejó con la promesa de regresar para casarse. Han pasado diez años. En ocasiones piensa en ella. Sobre todo recuerda la noche de Año Nuevo de 1982 en que abrazados, luego de disfrutar de la explosión de colores y ruidos de los fuegos artificiales en la costanera, cenaron ahí. Bebieron champagne, bailaron hasta el amanecer. Días después viajó a España para integrar el equipo de guías de turismo a bordo del “Fernando VII”, nave que cubre la ruta mediterránea.
Se agrupan los recuerdos en su mente: ve las blancas manos de Mariana jugueteando con el cenicero repleto de colillas de cigarrillos “Belmont” untados con el carmesí de sus labios. En el fondo, pintada la bandera chilena y la inscripción: “Bar Hamburg Valpso. Chile 1982”.
Cada año el local renueva este singular souvenir que reparte a quienes lo visitan. Así, el mundo entero tiene un recuerdo, no sólo de un país, de una ciudad, de un local repleto de experiencias que deja en el pasajero, en el turista o el marinero cosmopolita, el eterno deseo de regresar a ese pequeño local ubicado en la calle O’Higgins de su querido “Pancho”. Se reconoce cobarde, traidor. Quiere llorar. Pese a conocer bellas mujeres sigue soltero. Tiene dinero ahorrado. De pronto decide regresar a Chile a cumplir su promesa.
Vuelve al Resort para almorzar cuando el sol deja el cenit. Se viste para la ocasión.  Su mesa está preparada. A su espalda un joven matrimonio conversa. Una niña pequeña de no más de seis años está entre ellos. Almuerza con calma. De pronto escucha, ella dice: -“Roberto, anoche extravié en la arena mi cenicero de concha de loco que traje de Chile, ¿volvamos a buscarla?...” -Reconoce la voz; es ella, es Mariana ¡está ahí! No lo ha reconocido. Se retira de la mesa, vuelve a su habitación, se lanza sobre la cama; llora, gime de impotencia… Pronto la noche cierra sus ojos…

Tres horas después la mucama de servicio lo encuentra fallecido. Sobre su pecho ambas manos aprietan el singular cenicero con la banderita chilena pintada en el fondo de la concha y la inscripción: “Bar Hamburg Valpso. Chile 1982.
Infarto al miocardio por tensión emocional”, reza el diagnóstico final del tanatólogo.

No hay comentarios: