sábado, 20 de junio de 2015

Enrique Gugli-Argentina/Junio de 2015



VIVA EL FOBAL


Es todavía temprano, un grupo de hinchas llega con una bandera enorme cantando al unísono: ¡¡¡¡levamos a ganar…. levamos a ganar!!! Imperceptiblemente se transforma en ¡¡¡ lovamo a reventar…lovamo a reventar!!!  Son casi todos hombres, la mayoría de zapatillas y ropa como la vendida en la feria de la Salada. Una joven de pelo largo, desprolijo y desteñido  grita con entusiasmo, le faltan un par de dientes y los que tiene están algo marrones. Nadie, razonablemente cuerdo, pensaría en su pubis.
Un viejo camión lleno hasta el tope se bambolea por los saltos de los hinchas. El bombo, los tambores y el cornetín adelantan una ruidosa y apasionada participación. La policía ya ocupó  los alrededores dispuestos a controlar la muchedumbre. Dos morochos  montados en caballos zainos parecen osos con uniforme. Uno tiene una cicatriz en la cara, algo oculta por su peludo y largo bigote, que le llega hasta la oreja y no puede disimularla. Los cascos azules contienen cabezas grandes, grandes pero vacías o llenas de bronca. No hay relación entre esos caballos estilizados e inteligentes y quienes los montan. Nada es perfecto, el equilibrio se lograría si montaran sobre burros pero tal composición no permitiría reprimir con solvencia.
Un caballo levanta la cola y el olor a bosta se dispersa por los alrededores. Los hinchas se amontonan frente a las ventanillas y los zainos se ponen nerviosos. Los osos que los montan están tranquilos, desde allí arriba y con semejantes sables cualquiera se sentiría seguro. Además a pocos metros está el hidratante de apoyo y tres camiones de asalto con veinte canas en cada uno. Otros azules andan con perros entrenados para joder a la gente.
El Rata se acerca al Ruso quien cerca de la puerta  relojea a los que entran al estadio.
- ¿Qué haces,  Ruso, como andás?  
- De diez. El presi  prometió que si llegamos al mundial nos pagará el pasaje y la estadía en Alemania a los pesados de la barra. Bueno lo que se dice pagar no,  entregará a cada uno dos cupones de entradas para ver a la Argentina, usamos uno y el otro lo revendemos por tres o cuatro veces su valor. Si no alcanza habrá que rebuscársela.
- ¿Che Ruso, podré enganchar?
- Seguro, yo te recomiendo Rata.  Me debe algunos favores el presi. Ayer nomás apreté al pendejo que juega en la tercera. No quería firmar el contrato el pelotudo. Juega bien, pero no se trata sólo de eso, le comuniqué que si no firmaba ningún club lo va a contratar, además lo agarré del hombro y mientras lo zarandeaba  le dije que podía tener un accidente. El tiernito aceptó y creo que ayer mismo fue a firmar.
- Yo también me juego por el club. Recordale al presi que el año pasado tuve enyesado el brazo treinta días por la trifulca en la Bombonera.
 - Quedate tranquilo Rata que si yo te recomiendo sos número puesto.
-Mi problema para salir del ispa son los antecedentes.
-El pasaporte y la visa te los consigo. Ahora rajate que tengo un compromiso. Nos vemos en la tribuna.
Un rubión grandote con campera abrigada, borceguíes negros y  andar cansino se acerca al Ruso.
- El jueves te espero en el bar –le dice mientras le entrega un sobre sin dejar de caminar-
- Nos vemos sargento –responde el Ruso guardando el sobre en el bolso-
Una parte del contenido es para los muchachos, como dice el Ruso: sin la merca encima no se animan a realizar la faena.
El domingo pasado el Regadera le metió el cortaplumas hasta el mango al barra brava de Chacarita, es bastante cagón el hombre pero la blanca produce milagros.
El Ruso ingresa al estadio con paso acelerado, los guardias de seguridad lo saludan con especial dedicación. Se desplaza  con rapidez. A medida que avanza los hinchas le van dejando paso, los muchachos saben que es de cuidado. Va al encuentro del Rata que lo espera en la tribuna baja, cerca de la platea.
Se encuentran en la baranda pintada de verde como acostumbran.
-Tomá Rata, mandate por los costados y dale un papelito a cada uno de los nuestros.
-Pero Ruso, esto no alcanza.
-¿Qué te pasa, me querés cagar? Si falta que se jodan. Decile a los muchachos que entusiasmo si pero quilombo no, es la orden.
Faltan veinte minutos para el inicio del partido, las tribunas de ambos equipos desbordan, gritos, saltos, cantos. Es una fiesta. El sol realza el azul y amarillo oro de la tribuna visitante.
El Ruso baja entre policías que le permiten el ingreso a la zona administrativa del club. Entra sin golpear a la oficina del Presidente. Sentado en el escritorio un hombre de traje gris, camisa blanca, corbata de seda azul y pelo recortado lo mira atentamente.
–Hola Doctor, dice el Ruso.
-Te dije Ruso que no vengas a verme los días de partido.
-Resulta que la entrega de hoy fue poca y no alcanzará para los jugadores y los clientes.
-Llamame el martes, te diré donde y con quién encontrarte. Al sargento le pasas la mitad de lo recaudado, el resto lo depositás en la cuenta de siempre. Mientras habla se desabrocha la camisa y se pone perfume importado en el pecho.
-¿Vino a firmar el pibe, Jefe?
-Todo arreglado. Estoy saliendo Ruso, dice abriendo el cajón, saca un revolver y lo guarda en el portafolios.
- Cundo nos vemos Doctor.
- Venite mañana, tenemos que armar un plan para las próximas elecciones.
-Usté es número puesto jefe.
-Las nacionales, pelotudo  

1 comentario:

Josefina dijo...

Buenísimo tu cuento Enrique, un cuento con cierto realismo.

Gracias Enrique por compartir tu texto en Literarte.

beso Josefina