jueves, 21 de julio de 2016

Nora Guevara García-Chile/Julio de 2016

El himno que habita mi boca    
                                                                                 
Hay noches, que como diapasones vibran en mis oídos,
noches en que despierto de este despertar nublado al que me aferro
para ver esconderse el Sol y salir la Luna desde la wenmapu,
la Tierra de Arriba que se abre, dejando caer estrellas en mis manos.

Noches, en que la ñukemapu, la Tierra Morena que me habita,
me mira a los ojos, con esos ojos que tienen alas y dice: 
-No te detengas fruto de mi vientre, libera los sueños que te habitan.

Y es en esos momentos, que me levanto y pido a la tierra,
desde mis hondonadas, que son sus hondonadas,
que despierte a los dioses que habitan en las piedras,
para que pronuncien mi nombre, el de los que murieron,
el de los que sobreviven, de los que vendrán
y el de estas tierras que nos arrebatan
gota por gota de agua, grano por grano de maíz.

¡Qué Ixachilan, la Inmensidad del náhuatl despierte!,
que cubra y abrace al zemanauak, el universo moreno,
que la Runa Pacha del quechua despierte en las siembras,
que la Tierra de los Vientos del quiché sople hasta mi boca,
que  Abya Yala, la Tierra Madura de los kuna despierte,
que como un espejo crezca y gire sobre nuestras cabezas,
para que los Grandes Señores hagan llover.

¡Que la Bella Sombra del ombú regrese!
¡Que se transforme en pájaros
y vuele a través de los manglares!
¡Que como peces se zambulla
en los rápidos de la Amazonía!
¡Que su carne rebose las canoas y las piraguas!,
para que nuestras hijas y nuestros hijos crezcan llenos de ti, 

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