jueves, 22 de septiembre de 2016

Nechi Dorado-Argentina/Septiembre de 2016



A mi no me va a pasar
Laura y Adriana solían pasar horas juntas, tan distinta una de la otra que quien las conocía no podía imaginar que extraña magia las envolvía como para seguir juntas tantos años.
La diferencia cultural y social entre ambas provocaba la mejor manera de comprender la dialéctica. Era la misma que se presenta entre un amanecer soleado y una mañana desgreñada. Laura era hija de una familia acomodada por varias generaciones.
Adriana, en cambio, todo lo tuvo a fuerza de voluntad y carencias, ello le permitía brillar como un diamante pulido por el amor.
Una tarde en la que  el sol se declaró en huelga, planificaron un viaje. Laura soñaba con París, Atenas, Roma o algún otro destino primermundista.
Adriana prefería los caminos culebreros de esta América tan hermosa como ultrajada durante siglos.
-Ni  mamada, dijo Laura, a mí la miseria me da asco. Tanta mugre, hermana, para que verla habiendo lugares tan lindos por el mundo.
Adriana salió de Buenos Aires rumbo a Bolivia, pasó por Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y siguió subiendo por la columna vertebral  del continente.
No volvieron a encontrarse, se secó el cauce de ese río imaginario por el que navegaran desde niñas.

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