martes, 20 de diciembre de 2016

Ascensión Reyes (Comentario libro)-Chile/Diciembre de 2016



EL PATRIOTA 
YUKIO MISCHIMA                                          

            Nacido en el seno de una familia de burguesía media, Mishima se vanagloriaba sin embargo de pertenecer por sus antepasados a la clase de los samuráis. Criado por su abuela, realizó los estudios en Gakushüim, la escuela por tradición reservada a la nobleza. Escribió su primer cuento a los trece años y a los dieciséis su primer libro de relatos, que coincidió con su ingreso en la Facultad de Derecho. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó en una fábrica aeronáutica, tras ser desestimado como piloto suicida. Sobrevivir a una guerra en la que habían muerto tantos compatriotas se convirtió para él en un trauma lacerante e imborrable.
            Mishima recibió el influjo del Nihon Romanha, o romanticismo japonés, que poniendo énfasis en la unidad del Japón y de sus valores culturales, servía de base de apoyo a la ideología nacionalista y dominaba el mundo literario de los años de la guerra. Sin embargo, también la literatura occidental moderna fue para Mishima, objeto de destacado interés y de atenta lectura. Su primer trabajo extenso, El bosque en flor, fue publicado en 1941. Una característica de esta obra, como de El cigarrillo (1946), Ladrones (1946-48) y de otras que escribió en el período de la Segunda Guerra Mundial y en los años inmediatamente subsiguientes, es el total alejamiento de la trágica realidad de la guerra y de la derrota.
            Tras obtener el doctorado en Derecho en 1947, fue encargado del Ministerio de Finanzas, pero tras un breve tiempo abandonó el empleo para dedicarse por entero a la actividad literaria. En junio de 1949 publicó Confesiones de una máscara, obra que cosechó un inmediato éxito y que supuso su definitiva consagración en el mundo literario. Aunque en general se acogió la novela con un juicio favorable, algunos críticos mostraron perplejidad y reservas frente a la particularidad del tema (la confesión por parte del protagonista de su homosexualidad), que ciertamente representaba una novedad en la literatura japonesa. Confesiones de una máscara es la historia del itinerario interior del protagonista a través de los recuerdos de la primera infancia hasta las fantasías de la adolescencia, y del lento y aceptado proceso de toma de conciencia, de su diferencia y de la incapacidad, experimentada hasta el límite, de amar al sexo opuesto.


EL PATRIOTA


            Un cuento de alto contenido dramático que podría contarse en un párrafo. Sin embargo, es narrado con éxito en diecinueve páginas carta, tamaño normal. Eso solamente lo puede lograr una pluma tan exquisita como la de Yukio Mischima, famoso escritor Japonés, nominado para el premio Novel de literatura, cuyo deceso debió lamentarse en el año 1970, por la forma trágica con que dio fin a su vida. Se hizo el harakiri. Su condición de homosexual fue descubierta a través de una de sus obras y ha sido motivo de estudio entre los eruditos del comportamiento humano.
            En este caso, un narrador omnisciente toma la acción de comienzo a fin, sobre la vida de Shinji Takeyama, un joven y bien dotado teniente del ejército imperial. La historia es narrada con un lenguaje poético, pero sin rebuscamientos, desde el momento en que el joven decide casarse con Reiko, una bellísima muchacha con la que consigue plena felicidad, por estar ambos jóvenes profundamente enamorados. Narrado en detalle con finas pinceladas en las cuales el lector puede captar con claridad algunas costumbres desconocidas del pueblo japonés de fines del siglo IXX.
            Las circunstancias de un complot colocan  a los enamorados en una mortal disyuntiva. En ese momento entra en juego toda la mística de la formación militar del protagonista, plena de conceptos de difícil comprensión para nuestra cultura occidental, tales como el honor, el respeto hacia la jerarquía, la amistad, la fidelidad de la pareja, por citar algunos. Principios que se anteponen a la vida.
            Aunque la trama está narrada en forma lineal, hay elipsis que hacen más interesante el resumen que prepara la escena final en la cual se debe producir el desenlace. Sin dejar de hacer notar la presencia de otras anteriores que proporcionan un acabado conocimiento de las costumbres imperantes en la época.    
            Encontramos acertados diálogos que hacen llevadera la tarea del narrador y a la vez aportan información y avance en la historia. El lenguaje directo y simple de Mishima, está totalmente alejado de los recargados de retórica a que nos han acostumbrado los escritores latinoamericanos.
            Esta magistral obra se muestra tan simple y hermosa como resultaría la pintura de una rama de bambú reflejada en un estanque o de un colibrí ante una flor de suave colorido. La pincelada es precisa y armónica. Más que la historia en sí, es cómo el autor logra narrar un tema conocido, ilustrando al lector sobre costumbres propias del pueblo japonés con lujo de detalles sin que resulte recargado. Una obra en la cual nada sobra y nada falta.

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