sábado, 20 de mayo de 2017

Lucía Lezaeta Mannarelli-Chile/Mayo de 2017



LA PRUEBA

            La mujer sonriente y luminosa, suavemente se acerca al extranjero venido de las montañas de Tracia o de lejanas playas. ¿Qué más da? Ella sostiene en sus manos un rollo de papiro.
            Aquel a quien atrajo la grandeza y opulencia de las fiestas y espectáculos heredados por la molicie, el lujo, el harem, la idolatría.
            Aquel que habíase deslumbrado con las empavesadas barcas paseándose sobre artificiales lagos con bailarinas en hieráticas posturas.
            Aquel que había visitado la sala Hipóstila de Karnac, las esculturas del Templo de Abydos y admirado  los grandiosos monumentos del Valle de los Reyes. Había pasado bajo el Arco de Triunfo de Thebas, (que recordaba la toma de Kadedh). Entre los obeliscos y las gigantescas estatuas de Rameseum en Menphis, aquel extranjero sentíase vacío. “El deseaba conocer la Verdad, el secreto de las cosas. Quería respirar la rosa de Isis y ver la luz de Osiris”.
            El extranjero está con esa mujer de oscuros ojos, repentinamente aparecida. Es hermosa y, en su mano sostiene un rollo de papiros. Ella habla, él la escucha, tembloroso.
            -“Has vencido, pruebas, muerte, fuego, agua. ¡Has vencido! Pero vives esclavo en las tinieblas de los sentidos. Si las prefieres a la luz. ¡Quédate con ellas!
            Engrandécete para entrar en la esfera de la Verdad. Soy tu invisible hermana. ¡Soy tu propia alma! 

            Este es el Libro de tu Vida. Contiene tu pasado y futuro. ¡Ahora me conoces! Volveré cuando me llames y las desenrollaré ante ti.
Pero aquella Isis de santuario oculto, rosa mística de la Sabiduría, se ha evaporado cual blanca nube…           
El extranjero vuelve a su soledad, cual loto que crece largo tiempo en un  recodo del río, antes de abrirse en flor

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