miércoles, 23 de agosto de 2017

Ascensión Reyes (Comentario libro)-Chile/Agosto de 2017




HERNÁN RIVERA LETELIER – CHILENO

LOS TRENES LLEGAN AL PURGATORIO

            Un romántico viaje de cuatro días que se vive dentro del Longino, el tren longitudinal norte que cruza la pampa salitrera de Tarapacá y donde ocurren un sinnúmero de acontecimientos, desde los trágicos hasta los jocosos, pasando por los irreales, con el más increíble desparpajo, mientras pasa por diferentes estaciones, donde también encuentra historias y personajes anexos a los que viajan en el tren.
            Hernán Rivera Letelier, nos hace acompañar a sus personajes poniendo de manifiesto su gran imaginación y creatividad, colocando como actor principal a un acordeonista callejero que va en busca de su amada. Otros personajes que acompañan el viaje, son una mujer que dice predecir el futuro y a la que todos los pasajeros tratan de consultar. También va un enano metiche que trabaja en un circo y va en su búsqueda, siendo acogido por dos hermanas solteronas a las que logra sacar de su ostracismo sexual, para convertirlas en gozadoras de manipulaciones poco santas con el hombrecillo. Un ciego que vende peinetas y canta los ritmos de Julio Jaramillo, una pareja de enamorados que no cansa de besarse y una prostituta que ha hecho de su vagón una verdadera suerte de empresa sexual, al que acuden tantos varones como dineros tengan para el servicio.
            Y así transcurren tres días y tres noches, en que estos personajes interactúan en una realidad aparente para pasar finalmente a ser parte de un pasado ya muerto y solamente un recuerdo en las mentes de quienes gozaron de esta experiencia. Su final se extingue en un desenlace casi imprevisible. Sin embargo, su mérito lo lleva el recuerdo de aquellos viajes que fueron parte de la vida de los mineros de las salitreras del desierto de Atacama.


HERNÁN RIVERA LETELIER    

            Aunque nació en Talca, vivió hasta los 11 años en la oficina salitrera Algorta, en el norte de Chile. En las oficinas de María Elena y Pedro de Valdivia hizo sus estudios escolares.
            Debido al cierre de Humberstone, sus padres se trasladaron con sus cinco hijos a Antofagasta, donde a las dos semanas de llegar murió su madre, víctima de la picadura de la araña de los rincones. Entonces, la familia decide volver a las salitreras: "Los hermanos menores de Hernán se fueron con las hermanas casadas de vuelta a una salitrera, pero el rebelde tímido —según su propia definición— se negó a partir y decidió quedarse solo en la ciudad, viviendo en una suerte de ruca instalada en el patio de una iglesia evangélica. El padre, que trabajaba en una mina y regresaba cada 15 días, lo comprendió y dejó que buscara su rumbo.
            Se ganaba la vida vendiendo diarios; le alcanzaba para comer e incluso para ir al cine: "Como en Algorta no me dejaban ir, aquí me hice un cinéfilo crónico. Los miércoles daban las rotativas: entraba a las dos de la tarde y no salía hasta la una de la mañana para ver tres veces las películas. Como a las seis hablaba con el portero, salía a comprar pan y mortadela y me metía de nuevo al cine". Después de tres años de vivir en Antofagasta, volvió a la pampa a trabajar. En la salitrera María Elena fue mensajero de la empresa Anglo Lautaro y después, al cumplir los 18, entró a un taller eléctrico. A los 19 años, tomó su mochila y viajó durante tres años. De regreso a la pampa en 1973, comenzó a trabajar en la mina Mantos Blancos y después como operario en la oficina salitrera Pedro de Valdivia; paralelamente, estudió en la escuela nocturna para completar la enseñanza básica.
            Pero habrá de pasar más de una década de aquel memorable viaje en que tomó la decisión de consagrarse a la literatura antes de poder publicar su primer libro: en 1988 sale Poemas y pomadas, "autoedición de 500 ejemplares que vendía puerta a puerta, en los bares y los cafés,  y en 1990 Cuentos breves y cuescos de brevas.
            Cuatro años más tarde publicaría su primera novela, La Reina Isabel cantaba rancheras, que lo catapultó a la fama y le granjeó sus primeros premios importantes (antes, escribiendo poesía, había ganado 26 galardones en concursos menores): el del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, más una mención en el Municipal de Santiago. Desde entonces, este libro se ha convertido en una de las obras literarias de más vasta difusión de la narrativa chilena reciente. El mismo Rivera Letelier diría en el 2000 que desde que publicó La Reina Isabel cantaba rancheras,  la vida le "dio una vuelta de carnero". "Me he convertido en el hombre más feliz del mundo; hago lo que me gusta, vivo de eso y lo gozo. No he cambiado mi forma de vivir ni mis amigos, pero me siento más seguro de mí mismo, ya no tengo que preocuparme de que no voy a tener pan para mis hijos mañana".
            Su siguiente novela, Himno del ángel parado en una pata (1996), volvió a recibir el premio del citado Consejo, consolidándolo como escritor. La lista de galardones y distinciones ha ido creciendo a medida que el escritor ha ido editando sus nuevos libros.
            El primer sello que publicó sus novelas fue Planeta, pero a partir de 2006 Rivera Letelier saca sus libros en las editoriales del Grupo Santillana —que han reeditado todas las novelas aparecidas anteriormente en Planeta—, particularmente en Alfaguara y Punto de Lectura.

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