martes, 22 de agosto de 2017

Raúl Nicolás Amato/Agosto de 2017



San Martín. La Leyenda de los Andes


    Creo poder decir con suma certeza que todos somos conscientes que la vida del Gral. Don José de San Martín, como también las de Manuel Belgrano y un gran conjunto de personajes de nuestra historia, fueron tomadas en préstamo por la famosa Generación del ’80 para crear el mito fundante de nuestro país, y así otorgarle identidad a la naciente Argentina que estaba próxima a ingresar al siglo XX y a recibir a millones de inmigrantes en sus tierras.
      Fue de ese modo que la historia de nuestro querido General, con sus batallas ganadas y perdidas, con sus diferencias políticas con Rivadavia y con el valeroso e incuestionable cruce de los Andes, fue manipulada hábilmente por nuestros creativos antepasados para forjar un “héroe nacional”, único en su especie y tan alejado del resto de los mortales, que prácticamente ha hecho imposible que pudiese surgir otro líder de su talla desde el pueblo que hoy nos conforma.
      Pero lo cierto es, que San Martín era un hombre honesto y visionario, preocupado por la liberación del continente, y para nada distante de los miles de hombres y mujeres que compartían su existencia; siendo su mayor virtud, la coherencia manifiesta entre su visión y su accionar, cualidad que le permitió lograr todo lo que se propuso, porque lo hacía mirando al futuro y no al rédito personal o de un grupo de sus seguidores más cercanos.
      Es así, que cuenta una leyenda, que San Martín al llegar a la cima de los Andes, divisó a un cóndor surcando los helados cielos de la cordillera y en ese mismo momento, pudo sentir como se detenía el tiempo y su alma se fundía con la de la majestuosa ave, permitiéndole tener una visión “cósmica” de una Latinoamérica unida, cosmopolita; una nueva tierra que unificaría los aires de Libertad, Igualdad y Fraternidad que llegaban del viejo continente, con la profunda conexión y sabiduría de los pobladores originarios.
      Desde ese instante, nuestro general no tuvo dudas de cuál era su tarea y guiado por esa visión de futuro, que ya no le pertenecía solo a él, sino a todos los pueblos de América, llegó triunfante hasta Guayaquil, donde en un “misterioso” abrazo, tuvo que dejar su noble labor en manos de un tal Simón Bolívar, tan distinto a él, tan enfocado en el poder y en sí mismo, que hoy, doscientos años después, seguimos pagando las consecuencias de ese acto forzado por las circunstancias y el manejo político de quienes pretendían el control económico de la región.
      Creo que es una tarea moral y obligatoria de todos los argentinos y latinoamericanos, completar el sueño de San Martín. El nudo no está en Guayaquil, ni en Simón Bolívar, ni en Chávez, ni en Maduro, ni en la oposición, ni siquiera en los intereses de Estados Unidos en la región; el nudo somos todos nosotros, que todavía no alcanzamos a ver el enorme potencial de Vida que custodian estas tierras. Y si por un instante, todos pudiésemos ser Uno con el Cóndor, como lo fue San Martín, descubriríamos que ya no habría más fronteras, ni ideologías, ni creencias que nos separan, porque seríamos conscientes que
“Somos una Latinoamérica Unida”

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